Nadie, en ningún nivel de las estructuras del deporte español, de la prensa o de los aficionados, pensaba, al iniciarse el día 8 los Juegos Paralimpicos de Río, que la selección de baloncesto en silla de ruedas podía disputar el pódium paralímpico y mucho menos optar a la presea de oro. Nadie, salvo el grupo de jugadores que el seleccionador estatal, Juan Manuel Artacho había decidido llevarse a Brasil.
Nadie pensaba que podrían pasar por encima de selecciones campeonas de Europa, del mundo o paralímpicas como Alemania, Australia o Gran Bretaña. Nadie, sino ese grupo de jugadores.
Nadie que hubiera visto el torneo Bidaideak de selecciones estatales disputado en Bilbao a finales de julio en las que tanto las selecciones de GB como de Turquia les habían vapuleado, podía confiar que la hazaña era posible. Nadie salvo ellos.
Cuando los jugadores que militan en el equipo de Bilbao, se despidieron de sus compañeros de equipo y de sus familiares y amigos para iniciar una concentración de mas de un mes con el objetivo de preparar los Juegos, lo habían avisado: “Vamos a por el oro”.
Y partido a partido, fueron ganándose el crédito de todos los que seguían sus partidos y el respeto, sino el temor, de sus rivales. Canadá, Japón, Holanda y Australia cayeron en la fase preliminar en la que sólo Turquía y, por un margen mínimo, fue capaz de disputarles la hegemonía. Y quedaron primeros de grupo por lo que en cuartos les tocaba enfrentarse contra el cuarto del otro grupo; en suerte, un decir, les tocó Alemania. La selección teutona, siempre en primera fila en Europa, siempre arrogante, tuvo también que doblegarse a su capacidad de gestar juego. Todas las armas que en otros enfrentamientos les valía para ponerles por delante en el marcador, no fueron suficientes para llevarse esta vez el partido. La semifinal estaba servida y el rival no podía ser sino otra gran selección: Gran Bretaña. Una bestia negra en los últimos años que guiada por el excepcional Bywater les derrotaba una y otra vez. Pero en la semifinal acabó probando la árnica del mejor juego y poderío de los de rojo y sus jugadores acabaron saliendo de la cancha cabizbajos sin entender tal vez del todo el porqué de su derrota.
Y tal vez cuando hayan repasado el partido, como estamos seguros habran hecho todos sus rivales también, se habrán dado cuenta de que esta vez la selección era de verdad un equipo y que sabía cómo explotar sus armas. Intensidad defensiva, dominio de la pintura, contrataque fulminante fueron las claves de su éxito durante todos los Juegos. La excelente conducción del juego por parte del, sin duda, mas sobresaliente jugador en Rio, Asier García, permitía que los siempre regulares hermanos Zarzuela lanzaran una y otra vez los marcadores a su favor. El oscuro pero efectivo trabajo de “los puntos bajos” Daniel Stix o Fran Sánchez, el concurso siempre resolutivo de los aleros David Mouriz o Jordi Ruiz, el poderío en la pintura que marcaba Amadou Tijane, eran también herramientas con las que fueron hilvanando los triunfos. Pero antes que su calidad y buen juego, la mas trascendente de las armas era la confianza absoluta que tenían en ellos, en su juego y en sus posibilidades. Confianza que les llevaba a no perder la cara en los momentos difíciles de todos los partidos y, en varios de ellos, a remontar marcadores peligrosamente adversos. Confianza que les hizo llevarse por delante las ilusiones del oro paralímpico de australianos, británicos y alemanes. Confianza que les llevó a la final, se dice pronto, de los Juegos.
Nunca en la historia del baloncesto estatal se había conseguido y nunca una generación de jugadores había logrado reivindicar a los cientos y cientos de jugadores que a lo largo de los años han permitido que el básquet en silla sea una especialidad en auge con cada vez mas capacidad de calar en el público y sobre todo de generar adhesiones a su práctica.
Enfrente, los Estados Unidos de América. Ni más ni menos. Estoy convencido de que si alguien sueña en participar en una final de baloncesto, lo hace teniendo en frente a los norteamericanos. Y no porque Australia, Gran Bretaña o Alemania no tengan curriculums en el bsr similares o, incluso en los últimos años, mejores a éstos, sino porque es difícil disociar el baloncesto de estas siglas USA que es marca, en si misma, del universo simbólico de este deporte.
Era también el sueño de un jugador americano que desde el año pasado dicta magisterio en el Bidaideak Bilbao: Joshua Turek. Terminada la liga estatal y horas antes de partir a su país hacía público su deseo de encontrarse con sus compañeros en la final de Rio.
Y así, a las 5,30 de la tarde en horario local, en un Olympic Arena de Rio con mas de 7.000 personas en sus gradas, salieron a disputar el partido por el oro dos selecciones crecidas y confiadas en sus posibilidades. Los norteamericanos, fundamentadas en su defensa asfixiante, en su facilidad ante la canasta y en su banquillo profundo y solvente. Los de la estatal, con fe en su capacidad de presión, el control del rebote y el contrataque vertiginoso.
El partido empezó con una selección norteamericana que se le notaba estaba dibujada por el temor al equipo rival. En el banquillo, el letal Turek, máximo encestador de la liga estatal y un jugador con capacidad para marcar diferencias en el tanteador en el partido. En cancha, grandes defensores. Claramente apostaban por dotar de más capacidad de presión para frenar el juego de los esta vez, vestidos de blanco. Pero los primeros minutos no fueron fructíferos en absoluto para con sus intenciones. Cierto es que su orden defensivo impedía un juego mas fluido a la Selección, y que el acierto ante canasta se veía no era el mismo que en partidos precedentes, pero, aun así, durante 8 minutos el marcador les fue favorable y sólo por 4 en su contra finalizó el primero de los tiempos. De hecho, el segundo empezaba recortándose esta ventaja y hasta casi el final del segundo el marcador no señaló una ventaja mayor. Al descanso, se estiró hasta los 6 puntos pero la confianza de jugadores y seguidores en que podía darse la vuelta estaba intacta. Y en su reanudación, con movimientos de banquillo y marcador continuos, el partido seguía sin decantarse por ninguna parte, A falta de 3 minutos la selección se ponía a tiro de triple de empatar el partido y a falta de uno, sólo de uno también. Un triple del mejor de los norteamericanos Jake Williams y una canasta de dos del capitán Steve Serio llevaron el tanteador a un 42 47 a falta de los 10 últimos minutos.
Una canasta de Alejandro Zarzuela reducía a 3 la distancia en los primeros momentos de la reanudación, pero esa fue la última vez que el luminoso daba pie a una victoria de la Selección-A partir de ese momento, la distancia fue ensanchándose y a falta de 5 minutos llegaba a los 12 puntos. Los lanzamientos que en otros partidos entraban con facilidad, esta vez se negaban a hacerlo, mientras que los norteamericanos ganaban en confianza sobre su victoria final. Los últimos minutos fueron de un estéril esfuerzo por remontar el tanteador, toda vez que la precipitación guiada por la necesidad, impedía encontrar las mejores opciones en el lanzamiento. Aun así, un triple del mejor jugador del torneo, Asier García, demostraba a falta de 2 minutos que el talento y calidad no era patrimonio de los norteamericanos.
El resultado final, 52-68, dictaba sentencia sobre quien había sido mas solido a lo largo del partido pero, en modo alguno, sobre quien había sido mas sobresaliente a lo largo del campeonato.
Joshua Turek había cumplido dos sueños: jugar con sus compañeros del Bidaideak una final paralímpica y traerse a Bilbao la medalla de oro. Asier, Mouriz y Diallo podrán decir de por vida que compitieron con él en esa final y traerán también a Bilbao 3 preseas de plata.
Con la protocolaria entrega de medallas finalizaba, también, la participación vasca en los juegos que se cierra con el balance de 3 medallas conseguidas por sus deportistas (Izaskun Oses, Amador Granados y Asier García), dos diplomas (Ivan Salguero y Rakel Mateo), el debut prometedor de Iñigo Llopis y la decorosa actuación de la veterana arquera Mari Carmen Rubio. Como punto negro, reseñar el accidente de Victor Hugo Garrido en la prueba de fondo en carretera que impedía al hispanovenezolano residente en Bilbao disputar el pódium para el que estaba predestinado en esta prueba.
Por su parte Bilbao podrá decir que vuelve de Río con cuatro medallas. Los jugadores del Bidaideak Bilbao, David Mouriz, Amadou Tijane, Asier García y Joshua Turek traerán sus preseas en la capital bizkaina y podrán hablar en primera persona de lo que cuesta conseguirlas.